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Poemario siglo XXI (página 2)



Partes: 1, 2

Qué puedo decirte:
desilusión, amargura,

quizás indiferencia ya por tantas
traiciones,

aunque comprenda que no del todo era tu
voluntad,

aunque comprenda que tu mente se
había contaminado

con tantas tristezas,

aunque sienta que ellas en parte fueron mi
culpa,

y las haya sufrido no sabes
cuánto

por sentirme inhábil para
evitarlas.

Igual me faltó ese cariño
incondicional

que el niño siente hacia su
madre

que da calorcito al corazón e
infunde confianza,

cuando ella no ha hecho nada
imperdonable,

y aún así he sabido de varias
afortunadas

contar igual con la adhesión de sus
hijos.

No fue tu caso; esa
adhesión

se la otorgaste siempre a tu padre y a su
familia,

que hiciste la única
propia.

Y sin embargo, los dos sabemos que no
hicieron

nada de valor verdadero para
ganársela.

Ellos te quemaron la manito con apenas un
año,

te aterrorizó tu abuelo con sus
actos de violencia atroz

contra seres indefensos

como aquel pobre gato, la perra o el
pajarito.

Tu padre te supo susurrar los peores
consejos

con sus mañas seductoras
haciéndote gustar del dinero

para que siguieras su ejemplo sucio de
delincuente.

A veces me siento un vientre
alquilado,

nada más.

Siento como si lo que
gesté

lo hubieran formado ellos, nada
más,

un producto extraño que no
tenía nada de mi.

Nunca pude mirarme en tus ojos y ver en
ellos

la devolución de mi mirada de
amor,

percibir en el tacto de tus manitos algo
entrañable y familiar;

siempre esa distancia, ese abismo
infranqueable,

esa alienación:

y eso provocaba una sensación
desesperada,

de extrañeza, de
vacío.

No me viste, no me has querido

aunque por ti di mi sangre, mis
genes,

mis expectativas, mis anhelos hechos
poema.

Todo mi afán, mis esfuerzos por
apuntalarte

fueron semillas en el mar, huellas en la
arena,

como si oyeras mi voz pero lejana, apenas
comprensible,

separada de tu oído por una densa
cortina

que la sofocaba y hacía
que

apenas rozara tu interés, tu
corazón.

Muchas veces pensé que tu abuelo era
un mago siniestro

disfrazado de abuelo

que ejecutaba mi cruel destino de
soledad.

Y el tuyo, porque sé que no eres
feliz.

Inicialmente había en tu mirada una
pureza y una inocencia

que me quedaba contemplándote: tan
delicadito y sensible.

Creo que eso fue lo que te di

y ellos en su mundo bestial
aborrecieron.

Este mal destino dictaminado quién
sabe dónde y por quién

pero que en círculos oscuros se ha
repetido

una y otra vez.

Siniestro abuelo tuyo, artífice de
nuestra desgracia,

de nuestra tragedia, tal, que ni
Eurípides habría concebido.

Estoy ya resignada a esta situación
apocalíptica

porque la resignación es el
único reducto

que me queda para sobrevivir.

¿Quién eres ahora? ,
¿En qué te has convertido?

No quiero saber cómo se ha
transformado tu rostro,

ni qué ha sido de tu vida con esa
malvada mediocre a tu lado.

Ojala no hayáis concebido alguna
pobre criatura

porque habría venido contaminada ya
con todos vuestros vicios.

Sólo espero que en el postrer
momento te acuerdes

que tu madre siempre te ha querido
bien,

aunque no quisiera que le hablaras nunca
más.

Que ha sido la que te quiso de
verdad,

con un amor incalculable e
insustituible.

En el fondo debes saberlo por tu
brillantez, aunque no lo admitas.

Lo guardas en ese oscuro baúl
escondido

de tu fuero interno que
disimulas

haciéndote el que no eres para que
no te saquen

lo único auténtico que tienes
de ti.

Creo que el terror te hizo ser
así,

con esa dualidad esquizofrénica que
también tuvo tu padre.

Se defendieron interpretando el personaje
que agradaba al monstruo.

Pero si es verdad que a veces nos
comunicamos en sueños,

en el próximo te abrazaré
contra mi pecho

pese a quien pese y caiga quien
caiga

y te gritaré al oído
"¡TE QUIERO MUCHO!" ,

tan fuerte que despertarás con mi
voz por fin resonando en tu cabeza!

SANACIÓN

¿Llegará desde el
cyberespacio,

la inesperada luz que entibie

el páramo recio en el que
vivo?

Llegaría en el otoño y sin
embargo,

pondría en lugar de la
hojarasca,

pétalos de rosa en mi
camino,

flores fragantes en mi almohada,

colores y cantos en la bruma
helada

que asustada huiría ante tanta
vida.

Sería la sabia nueva

que recorre el tallo aún en el
invierno,

ahuyentaría las sombras

que envuelven las penas;

traería consigo a
Perséfone;

cielo azul y sol brillante,

la primavera es reina en mi
jardín

antes desolado y ahora bello.

 

 

Autor:

Esperanza Cibils Balbis

 

Partes: 1, 2
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